10 de agosto del 2003. DOUENTZA
Madrugamos para continuar
con la visita a la cuidad. Hace mucho calor, pero paseamos a gusto por este
interesante punto de encuentro de culturas. Visitamos el mercado de artesanos,
donde compramos algunas piezas de plata, el gran mercado, que muestra la gran
vistosidad de los mercados africanos y dos monumentos artísticos: la casa de
primer colonizador y la de la mujer fundadora de la ciudad.
Pronto partimos hacia
Douentza, de vuelta hacia el sur. La única vía terrestre es un nefasto camino
de arena en el que atascamos dos veces y una tercera, tenemos que parar a ayudar
a un jeep militar.
El paisaje es Sahel árido de
una gran belleza. Nos pilla una fuerte tormenta en esta zona que convierte la
pista en un auténtico río y los campos en mares!!
Según descendemos hacia el sur, la vegetación se vuelve más frondosa hasta llegar a la falla de Barandiangara, nuestro próximo e impactante destino! La cordillera de Bandiangara nos dejará profundamente impresionadas y viniendo de Tombuctú no es fácil…
Llegamos al atardecer, la
luz es mágica, el paisaje impresionante con esa imponente cordillera enmarcando
una zona rica de cultivos, verde y frondosa. La tierra es de un color rojo intenso
y una caravana de personajes en procesión nos reciben de vuelta a sus poblados
en unos carros llenos de sacos y enseres… da la impresión de que vuelven del mercado.
En Duentza dormimos en unos
campamentos que tenían duchas y baños con agua calentita, que la verdad, se
agradece. Dormimos en la terraza de una de las casas y disfrutamos de los
sonidos de la selva (los cuales nos entretenemos en grabar). Por primera vez,
dormimos toda la noche del tirón!
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