12 de agosto del 2003. Falla de Bandiagara.
Salimos de Dejenné, tomando de nuevo el
transbordador donde nos encontramos de nuevo al judío neoyorkino.
Paramos en Bandiagara con
idea de comer, pero como es un poco pronto, seguimos hacia Sangha. Sin embargo,
aprovechamos para realizar algunas compras y nos pegan la gran timada:
caramelos y papel higiénico por 3000 CFAS!!
El camino a Sangha es
precioso. Poco a poco te vas adentrando en la zona rocosa de la gran falla. La
carretera es un camino de tierra con continuos pasos de agua, que la hacen algo
peligrosa.
Llegamos a Sangha en unas
dos horas (45km), donde nos alojamos en un campamento precioso. Se le denomina “campamento”
porque solo dan la luz por la noche, pero supera en limpieza y comodidad a muchos
de los hoteles en los que nos hemos alojado.
Además, la comida es excelente y nos sirven verduras!! Cómo las echamos de
menos…
Hacia las 4 nos vamos a
hacer un trecking entre aldeas dogonas.
Bajamos por el acantilado
hacia Banani. Tenemos a un guía local y cinco adolescentes nos acompañan la
primera parte del camino, hasta que el guía, con una reprimenda, los espanta.
El descenso por el acantilado es alucinante. Parece que estemos haciendo
barranquismo, pero sin río…
Llegamos a Banani y nos
cuentan un poco acerca de la estructura arquitectónica de los pueblos Dogones.
En todas las poblaciones hay una “casa de la palabra” o Tanami, donde se reúnen
los ancianos de la tribu para tomar las decisiones importantes. Están siempre
formadas por 8 columnas que sujetan una techumbre de paja que acumula hasta 8
capas. Se pone una por año y cuando se llega a 8 se tiran todas y se vuelve a
empezar. Las columnas muestras representaciones labradas sobre la piedra.
También son unas estructuras
muy curiosas los graneros “masculinos”. Estos dotan a los poblados de un
aspecto muy particular de cuento de hadas. Esto es debido a que
tienen un tejado a modo de picacho de paja. Este es un granero propiamente
dicho, para almacenar el grano, fundamentalmente de mijo.
Los graneros “femeninos”
tienen la misma estructura circular, pero sin tejado. Estos son usados por las
mujeres para guardar joyas, el ajuar, objetos pertenecientes al primer hijo,
etc. Está compartimentado a modo de armario.
Las viviendas tienen planta
rectangular y tejado de paja. Toda la población está rodeada de una muralla de
adobe.
Todo ello le da un encanto
muy particular a estas poblaciones, que te hacen sentir como que te estás
inmiscuyendo un el poblado de un cuento de hadas y que en cualquier momento va
a salir un Gnomo de alguno de esos picudos graneros..
El pueblo Dogón proviene de
los Mandí de Senegal y vinieron a estas tierras huyendo de las guerras. Al
comienzo eran cazadores y construyeron sus casas en las paredes del acantilado
en las viviendas trogloditas. Posteriormente, cuando se asentaron en la zona,
decidieron bajar al valle para comenzar a cultivar.
Hay una enorme densidad de poblados dogones en los 45km de cordillera, en el lado que da al desierto, donde hay unos 15km de franja cultivable. Es una zona de enormes dificultades para vivir y con muy difícil acceso a las principales ciudades. Esto también ha hecho que mantengan una cultura, un leguaje y un modo de vida muy propio.
Se
descubrió hace unos años que el leguaje Dogón tiene algunas palabras y
estructuras de frases que se asemejan mucho al Euskera. De hecho, según el lingüista
Jaime Martín, el euskera procede del dogón. El profesor comparó 2.274 palabras
de ambos idiomas encontrando semejanzas en el 70% de ellas, además de que la
característica estructura gramatical del Euskera con el verbo al final de las
frases, es común en ambos idiomas…
En las últimas décadas, ha
comenzado a proliferar poblaciones dogonas también en el otro lado de la cordillera,
mucho más cómodo para los cultivos y cercano a las grandes poblaciones, pero más
desprotegidos ante una refriega.
El trecking nos mantiene
absortas, tanto por el paisaje y los increíbles poblados, como por las explicaciones
que nos ofrece nuestro guía. Además, hoy la temperatura es estupenda!!
De Banani, anduvimos entre
campos de mijo hasta irele, el siguiente poblado Dogón. Allí cuentan con un
restaurante, donde bebimos abundante agua para rehidratarnos después de la
caminata. En este poblado remoto cumplimos con nuestro compromiso con Merche y
le compramos un bastón (de cada viaje le llevamos un bastón para su colección,
hay que decir que su transporte nunca es una tarea fácil!!). Pagamos por el
4500 CFAS.
Desde Irele teníamos que
volver a Sangha y para ello hay que ascender de nuevo todo el acantilado y solo
queda una media hora de luz…
El camino de ascenso iba
paralelo al río y muy entretenido porque la actividad vespertina de los poblados
acontecía a su vera… Gemma tuvo una fuerte disputa con una chica que se estaba
bañando y pensaba que Gemma la había grabado con la cámara.
El ascenso era peligroso
porque el agua del río hacía el caminar por las rocas resbaladizo e inestable y
la luz solar iba poco a poco dando paso a la penumbra del anochecer. Finalmente,
llegamos arriba completamente de noche y tuvimos que recurrir a la ayuda de
nuestros primeros “guías” adolescentes…
Llegamos al campamento sobre
las 8 de la noche, extremadamente cansadas y con ganas de tirarnos a la cama y
descansar.
Comentarios
Publicar un comentario